Anoche, todos los que viven en casa de María Elena da Silva, de 44 años, se acostaron hambrientos, sin cenar nada. Los once. Los nietos, las hijas, el hijo, la nuera, el yerno y la matriarca, una mujer menuda, delgada. Aunque sospecha que está enferma, ha tenido que bajar al río por la mañana a hacer la colada. Tres horas frotando con sus manos huesudas de dedos fuertes. Las ropas multicolores secándose contrastan con la vegetación de este rincón de Pernambuco, en el Brasil más pobre. “Las cosas están muy apretadas, mucho. Lo más difícil es la alimentación”, se lamenta en la sala-cocina de una precaria casita de ladrillo con suelo de tierra en Garanhuns.
La pesadilla del hambre, en imágenes
El hambre regresa al debate político mientras 57 millones de ciudadanos sufren una alimentación deficiente a causa de la crisis, la pandemia y el recorte de programas socialesRead More